Tras dejar los coches en el aparcamiento el punto de encuentro fue, como no podía ser de otra forma, el Acueducto. Y de allí nos encaminamos al barrio de los Caballeros, ocupados por casonas blasonadas que recuerdan tiempo pasados. Tras escuchar la leyenda de la moza del cántaro de agua y el diablo constructor del Acueducto, bajamos a San Juan de los Caballeros. Si no llega a ser porque Luis es muy curioso nos quedamos sin visitar su interior. Y vaya que merecía la pena.
La iglesia, de estilo románico, se vio afectada por la Desamortización del ministro Mendizabal a principios del siglo XIX . Gracias a ello, un siglo más tarde el ceramista Daniel Zuloaga pudo adquirirla -en 1904-, convirtiéndola en su hogar, además de instalar en ella el taller de cerámica, sobre todo de azulejos decorativos. Hoy en día es el Museo Zuloaga, del cual disfrutamos. A pesar de las escaleras metálicas para acceder al piso superior.
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